Hanoi fue un agradable contraste despues de Dalat. Lo primero por el frio y la lluvia, y lo segundo por el estupendo caos de motos, luces y personas que caracteriza muchas de las grandes ciudades del sudeste asiatico, y que hacia tiempo que no experimentabamos.
El casco antiguo, donde estaba nuestro hotel, es un laberinto de calles donde conviven turistas y locales, y que todavia conserva las famosas 36 calles, una antigua agrupacion gremial en torno a 36 calles y 36 oficios como zapateros, forjadores o electricistas. Lo visitamos en taxi-bici, un medio de transporte tipico de Hanoi para turistas, y aunque iba muy despacio, un una hora recorrimos mas distancia que la que hubieramos andando con los ninos a nuestro paso habitual.
Decidimos ir a ver un Water Puppet show, una de las actividades culturales mas tipicas de Vietnam. A todos nos sorprendio la agilidad y pericia con que las marionetas se mueven dentro del agua y la musica tradicional en directo que acompanaba el show.
Como era nuestro penultimo destino en el sudeste asiatico les metimos cana a Lucas y Aisha y visitamos el Templo de Ngoc Son, el Templo de la Literatura de Confuncio, y el imponente mausoleo de Ho Chi Min. Aprovechamos tambien para comer en los comedores de la calle y elegir bien los ultimos restaurantes. Vamos que nos pusimos las botas.
Cada dia repasabamos todas la cosas de Vietnam, Tailandia y Camboya que eran diferentes en Espana para recordarlas y despedirnos oficialmente de cada una de ellas, como los tuc-tucs, los gorros puntiagudos, la comida picante o las motos con mas de dos personas a bordo. Entre Lucas y Aisha se acordaron de bastantes cosas. Parece que al final si van a tener recuerdos del viaje.
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